Esta obra maestra de C. F. Keil y Franz J. Delitzsch sigue siendo un libra de referenda obligada para todos los estudiosos y amigos del Antiguo Testamento y en especial de los libros sapienciales. Estas son sus aportaciones: Keil y Delitzsch comentan el texto hebreo, que aquí ofrecemos al comienzo de cada sección o apartado (junto a la versión de Reina-Valera), y lo hacen analizando el sentido de cada palabra hebrea en su origen y contexto fingüistico y cultural. Keil y Delitzsch completan su estudio del texto hebreo con las traducciones antiguas, desde los LXX, el Targum y la Vulgata, ofreciendo así una visión de conjunto de la historia de la interpretación biblica, con aportaciones de tipo histórico y arqueológico, en la linea de la exégesis reformada, teniendo siempre en cuenta la critica modema, a la que confronta y analiza desde el texto biblico mismo. Keil y Delitzsch ofrecen, finalmente, una lectura cientifica y creyente de los textos. Ellos fueron los mejores filólogos e historiadores de su tiempo. Su obra, traducida y recreada fielmente en castellano, ofrece la mejor interpretación y lectura del mensaje eterno de los profetas de Israel, no sólo para los creyentes cristianos (y judios), sino para todos los amigos de la cultura. Eclesiastés, en hebreo Qohelet, es el más escandaloso de los libros de la Biblia, pues pone de relieve la vanidad de los valores de la vida: sexo, poder, dinero... Todo en sí mismo carece de sentido, todo culmina en la muerte. Pero, al mismo tiempo, es el más esperanzado y gozoso de todos ellos. Así dice: Come alegremente tu pan y bebe tu vino con alegre corazón porque se agrada Dios con tu fortuna. Vístete en todo tiempo de bfancas vestiduras y no falte el ungüento en tu cabeza. Goza de la vida con tu amada compañera todos los días de tu rápida existencía... (9, 7-10). En el fondo de todos los problemas, la vida sigue teniendo un sentido: el gozo sobrio, la felicidad pequena, la alegría fugaz, en medio de una vida azotada por vientos destructores, pues el rayo oculto de la luz de Dios alumbra en ella. Eclesiastés ha perdido el sentido de la totalidad, ia visión salvadora de la 'Gran Naturaleza' y de la 'Gran Historia', pero ha descubierto y cultivado el gozo de la finitud, la alegría de una vida que sigue siendo bella en sus limitaciones, porque hay Dios y porque él sabe lo que ignoramos, dándonos aquello que no podemos encontrar ni disfrutar por nosotros mismos.